Llega este 8 de septiembre en el que celebramos el Día de Extremadura y, como todos los años, nos acordamos inevitablemente de todos aquellos familiares, vecinos y paisanos en general que un día hicieron las maletas para buscarse la vida fuera de su tierra. Fueron tantos los que se marcharon durante la masiva oleada de emigración de los años sesenta y setenta del siglo pasado, que a principios de los ochenta había, según el censo, más de 730.000 extremeños de origen repartidos por las demás provincias españolas. Representaban casi el 43% del total de personas nacidas en Extremadura, por lo que se les bautizó como “la Tercera Provincia”. Y eso sin contar a los extremeños que emigraron al extranjero, aunque siempre fue una opción minoritaria.
Pero, al igual que Extremadura se va haciendo cada vez más pequeña por la pérdida de población que encadena en los últimos siete años, la Tercera Provincia también está menguando con el paso de los años. Los datos provisionales que maneja el INE indican que a 1 de enero de 2018 el número de extremeños residentes en otras comunidades ha bajado hasta los 548.539 y su peso se ha reducido hasta el 37,4% del total de personas nacidas en la región y residentes en España. Echando la vista atrás, se observa que la Tercera Provincia ha perdido una media de 7.500 extremeños cada año durante la última década.
¿Y cómo es posible que la Tercera Provincia baje en población si la emigración sigue siendo un problema en la Extremadura actual? De hecho, a lo largo del año pasado se marcharon de la región 7.961 personas nacidas en la región, mientras que el retorno sólo aportó 3.623 extremeños, lo cual arroja un saldo negativo de 4.338 personas, según las variaciones residenciales del INE.
La razón de esa pérdida de población de la Tercera Provincia se encuentra en el perfil de edad de los emigrantes extremeños. Como reflejan los datos publicados por el Instituto de Estadística de Extremadura, siete de cada diez extremeños residentes en otras comunidades tienen 55 o más años. Es decir, la gran mayoría de ellos, que fueron los protagonistas de aquella emigración masiva del siglo pasado, están ahora jubilados o cerca de su jubilación y, por tanto, también se aproximan a los últimos días de sus vidas. Por este motivo, el fallecimiento de los emigrantes de mayor edad, junto con el retorno de otros muchos, supera notablemente a los nuevos extremeños que se asientan en otras comunidades.
Si no hay cambios sustanciales en los flujos migratorios que puedan variar el panorama, es probable que el ritmo de descenso del número de extremeños residentes en otras provincias del país se acelere a medio plazo a medida que avancen en edad las cohortes más numerosas, que ahora tienen entre 55 y 69 años. Por lo pronto, si la tendencia no cambia a corto plazo, seguramente veremos que la cifra de extremeños bajará hasta el medio millón en un plazo de unos cinco años.
Artículo de Juan Francisco Caro publicado en la revista especial del Día de Extremadura 2018 editada por Cope Extremadura.